“La Doña” de México
María de los Ángeles Félix Güereña, nació el 8 de abril de 1914 en Álamos, Sonora, México y falleció el 8 de abril de 2002, a la edad de 88 años, en su país natal. Fue una actriz mexicana, considerada una de las figuras femeninas más importantes de la llamada Época de Oro del Cine Mexicano, así como una de las mujeres más bellas del cine de su tiempo, y uno de los máximos mitos eróticos del cine de habla hispana. Con Jorge Negrete, Pedro Armendáriz y Dolores del Río, representa a las máximas figuras del cine latinoamericano de las décadas de 1940 y 1950.
También conocida con el sobrenombre de “La Doña”, ganado a partir de su personaje en el filme Doña Bárbara (1943) y como “María Bonita”, gracias a la canción compuesta, exclusivamente para ella, como regalo de bodas, por el compositor Agustín Lara. Completó una trayectoria cinematográfica que comprendió 47 películas realizadas entre México, España, Francia, Italia y Argentina.
Sus padres fueron Bernardo Félix Flores, militar y político, descendiente de indios yaqui y Josefina Güereña Rosas, de ascendencia vasca. Tuvo doce hermanos: Josefina, María de la Paz, Pablo, Bernardo, Miguel, María Mercedes, Fernando, Victoria Eugenia, Ricardo, Benjamín y Ana María del Sacramento. Su infancia transcurrió en Álamos, junto a su familia, que vivía con dignidad a pesar de no ser ricos. Siempre fue más unida con su hermano Pablo, lo cual hizo que su madre los separara pensando que pudieran envolverse en una relación incestuosa. A María Félix le gustaban aficiones propias de varones, de jovencita se ejercitó como consumado jinete. Nunca tuvo buena relación con sus otras hermanas, por su diferencia física, ya que todas eran rubias menos ella y por contraste de personalidad.
Cuando su familia se mudó a Guadalajara, su aspecto comenzó a llamar la atención. Fue coronada reina de la belleza estudiantil en la Universidad de Guadalajara y en 1931, a los 17 años, se casó con Enrique Álvarez Alatorre, un vendedor de la firma de cosméticos Max Factor, con quien procreó, en 1934, a su único hijo, el también actor Enrique Álvarez Félix. Se divorció y volvió a Guadalajara con su familia, siendo objeto de chismes y murmuraciones debido a su nuevo estado civil, por lo que decide trasladarse a Ciudad de México con su hijo Enrique. Allí se empleó como recepcionista de un cirujano plástico y vivió en una casa de huéspedes. Su ex esposo le quitó a su hijo llevándoselo con él a Guadalajara. Años después logró recuperar su custodia con la ayuda de Agustín Lara. En 1996, la inesperada muerte de su hijo, a consecuencia de un paro cardiaco, sumió a María en una profunda tristeza, aunque en público siempre demostró una gran entereza.
Su segunda boda (1945-1947) fue con el célebre compositor Agustín Lara «el músico-poeta». María fue admiradora de Lara desde la adolescencia. Ellos se conocieron de forma accidental y poco cordial en una cabina telefónica en la calle de Reforma. Algún tiempo después, fueron presentados formalmente por un amigo en común, el actor Tito Novaro. Lara inmortalizó a María en una enorme cantidad de canciones, tales como Humo en los ojos, Cuando vuelvas, Dos puñales, el chotis Madrid y sobre todo el célebre tema María Bonita, compuesto en Acapulco durante su luna de miel, y que él estrenó en una serenata para ella con Pedro Vargas. Sin embargo, los celos excesivos de Lara pusieron fin a la relación.
Tras su separación de Lara, María vivió algunos sonados romances con el magnate Jorge Pasquel, el torero Luis Miguel Dominguín y el actor argentino Carlos Thompson. A este último lo conoció en Argentina durante el rodaje de La pasión desnuda (1952). La pareja estuvo a un paso de llegar al altar, pero en el último momento María se arrepintió. Sin embargo, en 1953, cuando María regresaba a México tras su estancia en Europa y Argentina, se reencuentra con un «viejo enemigo», el actor y cantante Jorge Negrete, quien ahora estaba «rendido a sus pies», al punto de que tuvieron un breve romance, que los llevó al matrimonio ese mismo año. Fue una ceremonia tumultuosa, transmitida por radio a toda Latinoamérica, realizada en la Finca de Catipoato, en Tlalpan, propiedad de María, pero Negrete ya estaba enfermo y falleció once meses después en un hospital en Los Angeles, California, mientras María se encontraba en Europa filmando La Bella Otero. La aparición de María en sus funerales vestida con pantalones, causo un enorme escándalo, el cual la llevó a refugiarse en Europa.
En Francia, la “María Bonita” de México conoció a través de la pintora Leonor Fini, al escritor francés Jean Cau, asistente del escritor Jean Paul Sartre, con quien también vivió un célebre romance. No obstante, su cuarto matrimonio (1956-1974), fue con el banquero francés de origen rumano Alexander Berger, a quien había conocido en los años 40, cuando ambos estaban casados. Esta unión duró 18 años, en los que intentó ser madre nuevamente, pero un accidente durante la filmación de Flor de mayo (1957), le provocó pérdida del bebé. Berger falleció en 1974 como consecuencia de un cáncer pulmonar, tan sólo meses después de la muerte de la madre de María, lo que la sumió en una profunda depresión, de la que decidió salir triunfante para dedicarse a una nueva pasión: los caballos. Algunos de sus ejemplares llegaron a ganar importantes premios hípicos internacionales. María conservó su cuadra durante 11 años. Su última pareja sentimental fue el pintor ruso-francés Antoine Tzapoff, sobre el cual comentó: “No sé si es el hombre que más me ha querido, pero es el que me ha querido mejor”.
El Azar de la actuación
La próspera relación de María Félix con el cine empezó por azar. Se hallaba mirando escaparates en el Centro Histórico de la Ciudad de México, cuando el director de cine, Fernando Palacios, la abordó preguntándole si le gustaría hacer cine, a lo cual respondió: “¿Quién le dijo que yo quiero entrar en el cine? Si me da la gana, lo haré; pero cuando yo quiera, y será por la puerta grande”. El cineasta la convenció y comenzó a orientarla y a presentarla en los círculos de cine. Hizo su primera aparición en el Baile Blanco y Negro del Country Club de la Ciudad de México al lado de algunas de las figuras más populares de la época (Esther Fernández, Lupe Vélez, Andrea Palma). Eventualmente la llevaron a Hollywood a los estudios de la Metro-Goldwyn-Mayer. Allí conoció a Cecil B. De Mille, quien le ofreció lanzarla en Hollywood, pero a María no le interesó. Prefirió comenzar su carrera en su país. Finalmente, y gracias a Palacios, le ofrecieron el papel estelar femenino en una película de Producciones Grovas, El Peñón de las Ánimas, de Miguel Zacarías.
La prensa especuló una fuerte rivalidad entre María y Dolores del Río, la otra diva del cine mexicano. Acerca de esta «rivalidad» María Félix, dijo en su autobiografía en 1993: “Con Dolores no tuve ninguna rivalidad. Al contrario, éramos amigas y siempre nos tratamos con mucho respeto, cada una con su personalidad. Éramos completamente distintas, ella refinada, interesante, suave en el trato, y yo en cambio enérgica, arrogante y mandona”.
Recibió números premios como Mejor actriz, reconocimientos y homenajes. Sus años postreros transcurrieron entre eventos sociales, homenajes, opiniones controvertidas y simples despropósitos.
Sus primeras películas
Sus primeros años en el cine (1942-1945), estuvieron representados por películas como “El Peñón de las Ánimas”, de Miguel Zacarías, junto a Jorge Negrete; “María Eugenia”, de Felipe Gregorio Castillo, “La China Poblana” (1943); “Doña Bárbara” (1943), del venezolano Rómulo Gallegos; “La Mujer sin Alma” (1943) y “La Devoradora” (1946). “El Monje Blanco” (1945) de Julio Bracho y Vértigo (1946) de Antonio Momplet.
La Internacionalización
De la mano del renombrado director Emilio «Indio» Fernández, María realizó tres películas que la consagran a nivel internacional: Enamorada (1946), Río Escondido (1947) y Maclovia (1948). María Félix también colabora con Roberto Gavaldón, otro director con quien lució algunas de sus mejores interpretaciones. Su primera colaboración fue en “La Diosa Arrodillada” (1947), junto a Arturo de Córdova. Contratada por el productor español Cesáreo González, comenzó su aventura fílmica en Europa. En España realizó tres importantes películas: “Mare Nostrum” (1948), “Una Mujer Cualquiera” (1950) y “La Noche del Sábado” (1950), las tres de Rafael Gil. En 1951, filma la co-producción franco-española “La Corona Negra” (1951), filme del argentino Luis Saslavsky. De España pasará a Italia, donde realizó “Incantessimo Trágico” (1951) y “Mesalina” (1951), de Carmine Gallone, en su momento, la cinta más cara del cine italiano. En 1952, la diva conquista el mercado argentino, gracias a la cinta “La Pasión Desnuda”, del cineasta argentino Luis César Amadori. En ese mismo año María regresa a México. Concluye su relación laboral con Cesáreo González en la cinta Camelia. Su estancia en el país se basará principalmente en su matrimonio con Jorge Negrete, su otrora enemigo, y con quien filma la cinta El rapto, dirigida por Emilio Fernández, y que será la última cinta del «Charro Cantor».
En la televisión, la “Doña” de México se destacó en la novela histórica de su país “La Constitución” (1970), al lado de la actriz María Rubio (Catalina Creel), dirigida por Ernesto Alonso, siendo su último trabajo profesional como actriz y su única telenovela. También participó en los años 70 como estrella invitada junto a Sara García en la telenovela Cristina, producida en Caracas por Radio Caracas Televisión en Venezuela.
El Adiós de la estrella
Hasta el final de su vida, María Félix aseguró que quería volver a la actuación, pero nunca se concretó nada. Murió mientras dormía, el 8 de abril de 2002 (el día que cumplía 88 años), aproximadamente a la 1:00 a.m. hora de Ciudad de México, pero sólo hasta aproximadamente las 10:00 de la mañana se descubrió el cuerpo sin vida; de este lamentable acontecimiento dio información su médico de cabecera, Dr. Enrique Peña.
Su cuerpo fue transportado de su residencia de la Colonia Polanco en la Ciudad de México al Palacio de Bellas Artes. El cortejo fúnebre fue flanqueado por una escolta de motociclistas y gente del pueblo que la acompañó, la vitoreó y la aplaudió a su paso por las diferentes calles por donde desfiló hasta llegar a su destino en la gran ciudad. El féretro con los restos mortales de María Félix nunca se abrió, de acuerdo con los deseos de la propia finada.