Los seres humanos buscan siempre el equilibrio emocional, lo cual se logra en gran medida al satisfacer las necesidades de afecto. Por eso, uno de los grandes deseos es tener una relación de pareja satisfactoria, donde se sientan amados, considerados, escuchados y valorados. Además, todos coinciden en el objetivo de buscar la pareja que los acepte tal como son, sin criticarlos, sin sufrir chantaje emocional, ni soborno para hacer lo que la otra persona quiere, ni ser recibidos con quejas y reclamos constantes.
Hay ciertas conductas y hábitos, que al principio de la relación pueden pasar inadvertidas, pero con el transcurrir del tiempo se repiten diariamente o de manera constante por lo que se van volviendo una pesada carga, a tal punto, que en muchas ocasiones, son motivo del rompimiento de la pareja. Por ejemplo, espiar a la pareja, revisarle el celular para saber cuáles son sus contactos, a quién llamó o con quién se comunicó en el whatsapp; escuchar a escondidas sus llamadas telefónicas; criticar con frecuencia a sus familiares, exigirle constantemente que cambie, o hacerle cantaleta de reclamos, son malos hábitos que terminan incluso, con la más sólida relación amorosa. Entre estos aspectos nocivos para la relación de pareja, identificados por la mayoría de los terapeutas matrimoniales, están:
Guardar silencio frente al conyugue: Con la excusa de evitar peleas, se tiende a evitar el diálogo franco con la pareja y se dejan pasar conversaciones necesarias e importantes sobre aspectos que luego se convierten en problemas. Lo que logra con esa actitud es generar a futuro una pelea mayor, porque en algún momento ese elemento por el que se quedó callado va a salir mucho más fuerte de lo que pudo haber salido en el momento preciso. “Comprar la paz” no es bueno, porque es evitar el diálogo, la confrontación. Si la relación le interesa, tiene que confrontar a su pareja con respeto. Si está muy alterado o alterada cálmese, cuente hasta diez. Pero hable. El silencio es una forma de agresión y no hablar con el otro de lo que siente y piensa puede acabar con el vínculo.
Espiar (el celular, e-mails y llamadas): Se debe tomar en cuenta que toda persona tiene derecho a un espacio de intimidad y este no se pierde por tener pareja. Además de ser un comportamiento ilegal el espiar el celular, apropiarse de las claves del otro para entrar a su Facebook y ver a quien le da me gusta o escuchar sus llamadas a escondidas, es un comportamiento fatal para la relación, porque es una muestra clara de desconfianza y de muy baja autoestima de la persona que lo hace. Es una falta de amor propio, pues se supone que la relación de pareja debe construirse sobre la confianza. Tampoco es sano compartir claves en honor al enamoramiento. No puede la persona renunciar a su intimidad.
Comparar e invalidar: “Si fueras tan ordenado como tu papá o tu hermano”… “Eres igual de derrochadora que tu mamá”… Comparar a la pareja con su hermano (a), cuñado (a), padre, suegra o con un ‘ex’ no es sano porque todas las personas son diferentes y aportan cosas distintas a la relación. Las comparaciones que invalidan a la pareja acaban con la complicidad y el encanto de la relación. Son muy lesivas, porque los hacen sentir inútiles. Se va golpeando a la pareja a nivel emocional y le deja heridas difíciles de sanar.
Criticar a la familia del otro: Esta es una herramienta de la que se echa mano con frecuencia cuando se tiene una discusión, porque se sabe que con ella se lastima a la pareja y se cobra venganza. Frases como “tu hermano sí que es alcohólico, yo solo bebo de vez en cuando”, se deben evitar al máximo. Así sea que la pareja sepa que no tiene la mejor familia, no es sano meterse con algo que es sagrado para ella. Criticar a la suegra, al suegro, a las cuñadas, porque los ven como enemigos, es meterse con un aspecto que hace parte de la intimidad, del sentir del otro y eso también resquebraja el vínculo marital.
Protagonizar escenas de celos: Vivir con alguien que es celoso o celosa, inseguro, que continuamente hace escenas de celos, que inhibe al otro porque si este se muestra tal como es hay conflicto, es alguien que está haciendo todo lo necesario para que la relación se acabe. Los celos son inseguridad y uno de los factores más decepcionantes en el vínculo, tanto para quien es víctima de celos como para la persona celosa. La celopatía es una enfermedad. El celoso crea imágenes donde no las hay, tiene desconfianza absoluta, no se auto valora. La víctima de celos debe entender que el otro es el que está equivocado y que debe buscar ayuda.
Exigir que la pareja cambie: Cuando se exige el cambio total del otro es porque no se acepta tal y como es a ese ser que se eligió para convivir. Es un error creer que cuando uno se casa puede cambiar al otro. La persona no va a cambiar porque su pareja se lo diga o por la llegada de un hijo. Si alguien tiene que cambiar es por decisión individual. No es sano pretender que la pareja va a cambiar por mí.
Abandono progresivo de la pareja: No arruine su vida sexual. Dedíquele espacio, atención y desborde pasión en el trato íntimo con su pareja. Que el trabajo, el cansancio, el desgano, la rutina e incluso la pereza, no sean obstáculos para complacer y/o dejarse seducir por su cónyuge. En muchas ocasiones suele pasar que luego de ser padres, toda la energía y las fuerzas las depositen en los hijos y se abandone poco a poco a la pareja.
Manejar mal el dinero: La mala administración del hogar, es un mal hábito que por lo general termina en quiebra y esta, generalmente, está correlacionada con la separación de la pareja. Lo ideal es tener un fondo común y un presupuesto que sea un faro que ayude a saber para dónde van. Que no haya exceso de individualismo: exigir, por ejemplo, que el otro pague muchas cuentas, se quede ilíquido, mientras su pareja tiene excedentes y se hace la de la vista gorda.
Reclamos reiterativos: La repetición de los reclamos a la pareja es una situación que aburre a cualquiera. La cantaleta es una ‘estrategia’ para mostrar un desacuerdo cuando no hay una posibilidad de un diálogo franco. Quien echa cantaleta no se siente escuchado y hay que evaluar qué pasa con la comunicación en la relación.
Pelear en público: Es una exposición de los problemas que se tienen en el hogar y en la cultura occidental se asume que los trapos sucios se lavan en casa. Cuando se pelea delante de familiares, amigos o desconocidos, se expone algo muy íntimo de la pareja y eso lesiona mucho la autoestima y la seguridad del cónyuge. Una pelea marital en público es el principio de un rompimiento más fuerte, se pierde el respeto del otro y genera cicatrices emocionales que son difíciles de curar.